domingo, 21 de febrero de 2016

Animal-que-me-miras-fijamente



Buenos días, Animal-que-me-miras-fijamente,
acribillando las niñas del amanecer con preguntas 
de cal;
Animal, buenos días.
Disculpa que te llame así,
es solo que te presiento al despertar husmeándome
el alma,
descomponiendo los ojos poliédricos del día
con tu sombra implacable;
es solo que te imagino aquí, 
acurrucado junto a mis pies, al calor de mis manos, 
que se amotinan al oír el zumbido de las moscas
del deber;
somnoliento y doméstico
a la hora
en que la luz arroja su semen de esparto
en mi enmohecido cráneo.

Hace tiempo que no hablamos tú y yo;
hace tiempo
que esquivo tu mirada, huyendo tras la marcha militar
del destino,
y así paso las horas, los días, Animal,
bailando un vals de paja y obsidiana
con la nada.

Díme, Animal, pregúntate;
¿quién lava más blanco:
la muerte o el olvido?
(si es que la muerte es muerte,
si es que el olvido puede un día volvernos blancos)

Ellos se han vuelto ausencia: se fueron, Animal,
ahora son pasto de la tierra, del aire, del silencio;
y yo soy pasto del gusano que habita en los recuerdos.
Tejo y destejo sombras, tejo y destejo pájaros, y vuelvo a destejer subjuntivos, y pálpitos;
ato latidos huérfanos a lejanas auroras.
Ahora quiero vestir las palabras truncadas,
descifrar cada código, cada fracción
de ayer, cada centímetro cuadrado
de mis interrogantes y descender lentamente los peldaños 
del “por qué”,
 del “cuándo”,
del “jamas”...

Disculpa este brusco abordaje,
Animal,
- y disculpa si te llamo Animal,
aunque sé que no existes- ,
es que hace tanto tiempo que no hablamos tú y yo,
¡tanto tiempo!

Adiós, animal-que-me-miras-fijamente.

Hasta siempre...





No hay comentarios:

Publicar un comentario