sábado, 8 de agosto de 2015

Pólvora



Una campana
va a despertar al fauno de su siesta,
hiriendo su ceguera,
-su lenta ceguera salvadora-
Ahora la tarde es de un azul proscrito,
palidece la luz,
se abren viejas úlceras sobre la piel
del río...

Pronto
una sangre de bronce emanará del alma
del silencio,
excitando la sed
de la memoria;
a un ceño de su garganta
aflorarán las venas de la infancia,
se agolpará en su corazón un blanco hondo,
un verde-fuego vendrá a sembrar su espada incandescente
en las febriles uñas del estío.

Cada nueve de agosto
nos estalla el confeti de una ilusión ingenua
entre las manos,
el aire vibra al son de las charangas,
el bullicio
doblega el pulso de la ciudad durmiente.

Cada nueve de agosto
alguien riega de pólvora las macetas de Dios.


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