sábado, 29 de noviembre de 2025

NOVIEMBRE

 

Las tres y cuarto. El teléfono crepita,

quiebra al un instante

la frágil porcelana del silencio.

Un tenso escalofrío recorrió las arterias

de la noche.

El yunque de una humeante voz de terciopelo

aplastó la incipiente madrugada.

 

NO ESTÁ. NO ES-TÁ. YA NO.


Se precipitaron los muros de la espera.

Cayó el telón de un tiempo

de doctrinas,

se diluyeron las voces, las cadenas...

Frágiles espejismos de esperanza

yacían muertos en un charco de ausencias.


Han pasado varios años sin tu sombra.

Es noviembre de nuevo,

pero el cielo no pesa.

El mundo es terriblemente más liviano.


Atlas

se ahogó en un océano de whisky

cansado de sujetar el mundo

con sus brazos.

 

Hoy me acerqué a la casa. 

No pude presentir

su latido golpeando mi cabeza.


Cierro los ojos

y me atrinchero con todos sus fantasmas.

Escucho los suspiros brotando 

como lágrimas

de su pecho de nieve;

los sueños abortados para siempre,

la verdad amordazada 

bajo el disfraz

de una sonrisa inocua;

el dolor refugiándose

en el último vagón de la memoria.


Desvisto los recuerdos que no enterró la muerte

ni aquél “adiós” nunca dicho

de noviembre.






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