Dices
que secuestró mi voluntad
el grito
de un animal oscuro
vitrificado en un pozo de silencios.
Que sirenas de fuego y espejismos
se apoderaron de la luz
de mi garganta.
Que he crecido y vivido únicamente
en una tumba construida
con la piel de todos mis poemas.
Te preguntas
cómo sobrevivir al suicidio
de todas las libélulas.
Por qué no nos estallan los pulmones
en cada acometida
de los cuchillos del amanecer.
¿Acaso no sabes la respuesta?
tú, mi terrible y dulce gemelo
del abismo,
el intérprete más fiel de mis demonios.
Intuyo luminarias germinando
bajo el pérfido barro cotidiano,
flores de sal ocultas entre la áspera capa
de un pensamiento pétreo;
amaneceres
que excarven en las venas
de nuestra imperturbable soledad.
Dime
si no has buceado jamás
entre olas marchitas para sentirte vivo,
tú, que existes únicamente
para tu flor de sal,
tú,
que alimentas a diario su inmaculada sombra
con hogueras de amor
hecho poemas.
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