Dos palabras bastan para cambiar el rumbo.
Es fácil,
solo debes dejar que acaricien la herida,
arroparlas, ser cómplice
de su significado,
dejar que se deslicen del balcón
de tus labios
a mis venas abiertas;
que planeen a oscuras, que rebasen sus límites,
y se posen al pie de la última sombra.
Un artículo, un verbo desleídos
a puro de mojarse
en un whisky de palabras marchitas
han podido enterrarnos en su ciénaga lúgubre.
Pero sonó un estruendo
y una hilera de avispas liberó su ponzoña
en la diana de un sueño.
Te pido dos palabras,
dos palabras, y un beso que revierta
el disparo.
Es fácil, solo debes
no dejarlas morir.