Ella tejía la tarde lentamente.
En su rosario de tela iban
claudicando
las polillas
que carcomían su voluntad
con rígidas razones de alcanfor.
La imagino como a un sueño enlutado
doliéndose del viento en rebeldía,
acariciando, a través de antiguas
fotos,
el pergamino azul de la memoria.
Amaba intensamente la infancia
que no tuvo; los pocos sueños
que albergó, murieron
al mismo tiempo que su adolescencia.
Hoy hubiese cumplido un año más.
Y atrapo su reflejo,
como si el mundo se hubiese detenido
hace cuarenta años,
tal vez por ese olor a incienso
y a plegaria
que en estas fechas suele cubrir las
calles,
hoy desnudas y enfermas de silencio;
tal vez, porque mi no-olvido huele a
rosario
y a ángelus, y a sueños enlutados
muy temprano;
tal vez porque olfateo su sombra como
un perro
que mordisquea con ansia
los huesos amarillos del recuerdo.