Un mar de cenagosa espuma nos vencía
en un pulso diario;
habitaban su líquido vientre
diminutas arañas
en cuya tela
se iba gestando un animal
oscuro.
Sus vísceras contenían un eclipse.
Podía presentirlo
tras la aparente calma de los gestos.
Acechante, maligno,
en el amargo rictus
de los labios.
Un día lo enfrentamos.
Desnudamos sus terribles pupilas
y cayó fulminado
por la luz de una farola
de preguntas.
Y al fin,
amanecimos
Pero si un día
el filo de una espuma siniestra
hierese el verso incierto
del mañana,
recuerda
que fuimos capaces de fundir un mar
de aciaga
espuma;
que pirateamos la melancolía
navegando sobre cien mil olvidos,
silenciando alguna que otra muerte
con cantos azules
de sirena.
No olvides
que el animal anda al acecho,
agazapado en la debilidad de una
renuncia;
que solamente
el cigarrillo del temor
se consume
describiendo los ojos
del eclipse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario