No te dejes caer,
aunque el silencio hiperventile
enigmas e imbricadas
esperas.
Teclea el azar, que de tus dedos eche
a volar
un nombre;
deja soñar a la palabra
mientras
desmientes sus cenizas
y observa como la carne de la luz va
consumiendo
lentamente
la tristeza,
cómo van perfilándose en el aire
las dos caras de Jano.
Sonreíd, colmillos, sonreíd,
mientras rumiais
serpientes:
os devuelvo vuestra oquedad mortal.
No me alimento de rumores; no olisqueo
la muerte,
ni el miedo.
Solo devoro la piel de una estrella,
le miro sus manos,
la sangro
la siembro en la noche
y
espero...
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