domingo, 13 de noviembre de 2016

El mar



No puedo describir cómo pasó,
cómo lentamente se fue llenando el silencio
de cemento;
creo que sentí primero el crujido,
como si un hueso de ira dislocara de golpe
la esperanza;
luego cayó una estrella, después otra,
y la memoria se fue poblando de peces
amarillos.
Entonces, el mar golpeó mi costa:
me sedujo su plateada sien de sierpe,
los azules espectros que su vientre
tejía.
Tú no estabas allí para sentirlo;
si hubieras visto
estrellarse su piel contra las rocas,
comprenderías que hay ángeles que nacen
de la materia oscura de algún sueño,
duendes
bailando en el filo de la navaja,
horas en celo que se arrastran sobre su tumba
líquida...
pero su voz siembra peces abisales
cadáveres de espuma.

El mar ha muerto- dije yo.
El mar no puede morir-respondió el eco-
tú lo sabes,
siempre fuiste cadáver,
átomo de sal , arena,
olvido,
apenas una sombra
de relámpago.



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