jueves, 17 de julio de 2014

Amor




Fui cómplice en el crimen de mi alma.

Mordí la luz, me embadurné de aliento,
tendí la luna al sol para saciarme de astros,
creí en las flores tejidas de palabras,
en el dios que palpita en los abismos.
Creí en el duende de sus venas ampas.

Luna de sal:
muerta
te quiero muerta, ahogada en tu cunita
de sueños,
toda bendecida de escarcha,
santificada
por un cuchillo hondo
que corroa la carne etérea 

de las hadas.

He colgado mis pupilas
mendicantes
sobre un bosque prolífico de olvidos.

Amor,
hoy solo puedo rezarle al dios-guía de tu mano,
saciar mi hambre con la carne de la verdad
que labras.
Apurar las uvas de un tiempo virgen todavía.

Hoy solo quiero respirarte, Amor.
Beber del pozo de tu limbo blanco.

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