Vuelve al redil:
manos disciplinadas por la monótona
música
del tedio
rictus incipiente, solapado
por una verde y pálida
mordaza...
Vuelve al redil
- un tercio de tu vida mordisqueando
los mismos pastos
con tus dedos -
Tú, que un día decidiste inventar un
nuevo compás
que
apaciguara los golpes de tambor
que
secundan tu apocado corazón.
Tal vez
una inmadura rebelión pugna por
estallaros
en los huesos.
Pero calláis.
Los lobos os custodian día y noche
para que no extraviéis vuestras
pisadas.
Mirad a lo más alto:
magnéticas nubes desean atrapar
la candidez de vuestros ojos miopes.
Todo sigue igual que ayer
tras el vano cristal de lo aparente;
todo sigue igual que hace mil años:
la muerte, el dolor
-hasta el no olvido-
siguen viajando
en microscópicas partículas
de sombra.
No os preocupéis, balad plácidamente
en la plana magnitud de vuestros
cerebros
animales.
Bajo el suelo, las hormigas siguen
devorando sin piedad
la savia de un árbol centenario.