Es curioso cómo el tiempo nos ha permitido
dispersar
la mendicidad de los recuerdos,
sobrevivir a este viejo altar de sombras
que apretaba la garganta del temor aquellos días
en los que apostábamos
contra la desesperación.
sobrevivir a este viejo altar de sombras
que apretaba la garganta del temor aquellos días
en los que apostábamos
contra la desesperación.
No sé si has observado las grietas
recién abiertas
en el aire;
si has contemplando la caída
de una vieja columna de reproches
cediendo ante el peso inexorable
de la vida.
No sé si comprendes
esa vieja ley que reescribe el destino
y demuestra
que la distancia entre nosotros
es inversamente proporcional
a nuestra infancia.
Ahora que sus ojos azules no señalan
el sur
de la infelicidad,
que no se vuelven densos, como
una mala noche,
los silencios,
el destino cose tu lengua
al descarnado aliento de la parca.
Ahora que tus miedos se tumban en la
cama
de mi mano tendida,
puedo experimentar, al fin,
toda la dimensión de la palabra
“hermanos”.