Atreverse a nombrarlo,
a rozar con los labios la densidad del aire
enmohecido de gritos,
a incendiar el destino tatuado en sus entrañas
desde antes de nacer.
En nombre de la ciencia
irán despedazando el mapa
de tu cuerpo.
Eso ya lo sabías.
Pero desconocías
a los monstruos que rondan los barrotes
de tu dolor cautivo,
animales humanos
que proyectan
la terrible negrura
de su ser más profundo
en tu carne de mártir,
y salen de las casas del horror
a sus lindos hogares,
y con ácimo orgullo
encalan sus rostros de soberbia
tras sonrisas dentífricas
y compran en el mercado de la mezquindad
el último disfraz a su medida.
Atreverse a nombrarlo,
a sacar de las sombras
lo que las sombras niegan.
Atreverse a matar
con un arma de luz
el odio ensangrentado que violó
la inocencia.