domingo, 28 de marzo de 2021

La dama milenaria

 

                                             Carrasca milenaria de Lecina (Huesca)

Soy yo,

la vieja dama de Lecina,

quien te observa;

la imponente,

la majestuosa reina de foliados cabellos.

¿Qué puedo darte hoy

 que no te haya entregado?

¿Por qué esa obstinación tan humana

de avivar a destiempo mi arrogancia?

Una secular soledad irriga la savia

de mis venas

cuando percibo los ecos de viejas leyendas,

y me parece escuchar el crepitar del viento

en las copas ausentes

de mis hermanos muertos.


Hablo un lenguaje verde

que ya nadie recuerda,

y reto a tu adormecido corazón,

a tu mente abducida por absurdas quimeras,

a que escuchen el latido del corazón del bosque

en mis pulmones milenarios.

Rodea con tus brazos mi leñoso talle,

siente la voz  de Gaia vibrar

en mis entrañas.


Por ti continúo en pie,

por ti he sobrevivido a tormentas,

rayos y vendavales.

Fui cruelmente amenazada

por la sombra afilada

de las hachas,

pero la vida, terca,

siempre encuentra su cauce.

Los pájaros han repoblado las copas

del olvido,

y hoy despeinan de nuevo

mi noble cabellera.

¿Qué más puedo contarte?

Purifico el aire que respiras,

extiendo a tus pies

mi larga sombra.

Entiende esto:

mi ser no cabe en una simple  imagen;

mi ser nació fundido 

con la piel de la tierra.

Cierra tus confusos ojos.

Aprende a reconocer mi voz profunda

en los versos del viento,

a dejarte arrastrar por el llanto salvaje

de la lluvia,

por el silencio que florece 

tras su húmeda huella

y que puebla mi nostalgia

de caducos paisajes.

Deja que mi destino se proyecte

en la luz asombrada

 de tus  ojos,

atrapa con tu cámara

 la infantil ilusión que en mí renace, 

enreda la luz que amarillea mi cuerpo milenario

en los dedos cautivos

de una esperanza verde.



¡