Gisele,
no eres tú. Pareces despierta
pero
no eres tú.
No te obedecen tus manos,
no te obedece tu llanto
y la voz que te persigue y no es tuya
huele a sombra
y a puñal.
Tratas de hacer vibrar las cuerdas de
un reloj
moribundo
y solo alcanzas a tocar con las uñas
siete paralizantes arpegios, siete
apuestas
al gris.
- Sabes, Gisele, un silencio a
destiempo, un morderse la ira,
el chirrido sordo de un grillo en la
garganta, vaticinan suicidios,
y hay pequeños, cotidianos suicidios
que se asemejan
a una larga glaciación-
No te apoyes sobre el filo de arena
de una excusa
(el mar no sabe reflejarse en los
espejos
de la mediocridad)
Ahora,
reza, Gisele, reza conmigo:
Madre-Pájaro, -Madre-Deseo -
Madre-Blanca-
tú que habitas en la efervescencia
de los sueños,
tú que engendraste al niño que yace
enterrado
en el subsuelo del primer fracaso,
dame el fuego, la locura, la fuerza
para resucitar su grito
y
No
permitas
que viva muriendo en la podredumbre
del Amor.